jueves, 23 de septiembre de 2010



Alguna vez me entristecí por ver a un pájaro enjaulado. Cuando tenía uno, luchaba contra mi mismo para no dejarlo ir.
Aparte de haberme creado cierto apego, me veía reflejado en él, encerrado, triste, no pudiendo extender mis alas sin chocarme contra las rejas.
Alguna vez quise mirar más allá de donde nos dejan ver. Pero desistí, era demasiado para mi.
Nada que hacer, nada que lograr. ¿Para qué?
Elevarme, elevarme.
(volar...)(...volar)
Un día le abrí la jaula a mi pajarito. Sin pensarlo dos veces, despegó vuelo. Sutil, grácil. Lo seguí con la mirada hasta que lo perdí de vista.
Ojalá yo pudiera. Cerré la ventana, y me dediqué a seguir con mi vida.
Ojalá yo pudiera.
(volar...)(...volar)

Manifiesto



no nos empujen a madurar, porque no queremos cambiar.
somos y seremos siempre niños, de mente y corazón, jóvenes por siempre.
la nueva cara de la vida es la nuestra, el futuro lleva nuestro nombre.

nada nos da vergüenza, ni miedo, tenemos que experimentar!
vemos las cosas claras y nubladas a la vez, y es la mejor realidad.
la sociedad te obliga a crecer y madurar. está mal, al crecer perdés esa visión de las cosas.
mientras veas como un@ niñ@ estás a salvo, porque seguís aprendiendo de vos, y de todo.
si no te rebelás y creces como te obligan a hacerlo, te cerrás las puertas del niñ@ eterno.
que esas puertas nunca se cierren!

las personas de mente adulta no ven que no pueden ver!
l@s niñ@s etern@s vemos flores, y pasto, lluvia y sol, nubes y cielo abierto!
y aprendemos de cada experiencia, sin importar cuántas veces las repitamos.
cada día brilla el sol, cada día llueve y se nos cae el cielo sobre las cabezas.
se nos rompe el mundo en nuestros hombros, y nos caen pedazos de vida por donde vamos.
pero siempre nos levantamos, y seguimos caminando. infancia eterna!

yo me identifico como un inmaduro sin vergüenza, imaginador de mundos eternamente coloridos.
la perfección está ahí mismo, en ser imperfecto!
somos, vivimos y aprendemos de nosotros, de los demás y de todo.

eterna mentalidad de nene.

Frase fase DOS

"A veces me vienen a la mente ideas que no comparto" (Woody Allen)

martes, 21 de septiembre de 2010



-Bueno, entonces John, henos aquí
-Así es. Mire, nunca hice esto, así que realmente no sé como se empieza
-No hay problema. Y tampoco hay razones para que estés nervioso. Empezá por recostarte
(John se acostó, titubeando, en ese sofá cama. “Tanta gente pasaba tantas horas por día en ese mismo sofá cama”, pensaba)
-¿Comenzamos, John?
-Sí
(silencio)
-Es un sueño (aunque a veces se siente como pesadilla) que desde hace algún tiempo ya, es muy recurrente.
-Aja… ¿Dirías que, inclusive, hace algún tiempo no sueñas con otra cosa?
-Así es.
-Entonces contame el sueño, e iremos viendo por qué caminos nos va llevando
-Me veo a mi mismo, desde un ángulo superior. Mirando confiadamente hacia delante, pero en realidad no veo que es lo que se viene. Quiero decir, mi yo del sueño sí lo ve. Yo no
-En el sueño, ¿estás vestido?
-Sí, completamente. Pero a eso iba
-Prosiga
-Empiezo a sentir una suave brisa, cada vez más en aumento. Hasta que me golpea una ráfaga rápida, i me arranca la ropa. No logra sacarme de mi lugar, pero sí me deja en bolas
-Dando lugar a sentir que estás indefenso, fuera de lugar.
-Claro. En fin, de pronto aparece una gran maraña de basura: hay de todo, gomas de automóviles, pañuelos usados, vasos rotos, pedazos de carne, revistas, discos, hasta mascotas. Toda esa masa me golpea, y me arranca de mi lugar, me lleva con ella. Y me pierdo de vista a mi mismo
-Bueno, habrá que profundizar más, pero creo que tengo una teoría.
-Yo también. ¿Quiere oírla?
-Oigámosla
-En los primeros momentos, el yo confiado, vestido y mirando hacia delante. Ese soy yo con mi familia, la ropa que llevo puesta simboliza mi familia. Dispuestos a pasar lo que yo tenga que pasar. Luego, la ráfaga de viento que los arranca, es el tiempo, que pasa, inevitable. Cada vez está más cercano el futuro. Y separarme de mi familia, en menor o mayor medida.
Cómo me veo sin mi familia, es como me siento sin ropa. Y la gran maraña de basura y escombros que se acerca, son las responsabilidades futuras, el trabajo, la familia, los hijos, la mujer, cumpleaños, fechas, problemas, problemas, responsabilidades, responsabilidades. Y me lleva, lejos. Me mata. Me voy con ella, a ser una responsabilidad más, para alguien más.
¿Usted qué piensa?
-Que el psicólogo debería ser usted, John.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAA dije



Mientras la miraba desde la otra punta del salón, hacia girar su collar, y movía sus manos nerviosamente. La joven que había ingresado recientemente a su curso en el colegio le producía no mariposas, sino halcones, cóndores en el estómago. Mas nunca había hablado con ella, pero sabía lo que le comentaban sus amistades, y por lo que imaginaba, era un ser casi perfecto. Su físico, para tener la edad que tenía, era increíble desde cualquier punto de vista. Era muy madura y buena mina, según le habían dicho, lo cuál era un plus, ya que lo que la idea de “mujer de sueños” de él, debía ser, en parte, madura, pero a la vez copada.
Sí, se había decidido. Iba a confrontarla, y decirle lo que sentía por ella. En el peor de los casos, la joven le diría que no. O quizás fuera peor… Quizás le gritara enfrente de todos, se reiría de él, lo señalaría, y luego sus compañeros lo golpearían por haber sido tan estúpido. Temblando un poco, volvió a su asiento ¿Las mujeres podían ser tan despiadadas? Quizás sí, aunque no a ésta edad, decidió él. Una gota fría de sudor le cayó desde la frente.
Se levantó nuevamente, ésta vez con un fuerte ímpetu, y empezó a caminar hacia donde estaba ella. Pero… ¿Y si lo que le habían dicho sus amigos era mentira? ¿Y sin en realidad era una perra sin sentimientos? Volvió sobre sus pasos y se sentó con amargura. Se maldijo a sí mismo, y ahogó un grito de desesperación. Se encerró de nuevo en su imaginación, y recapacitó. Otra vez. Si lo habían engañado, tendría tiempo de vengarse. Además necesitaba cultivar sus propias experiencias en el campo femenino, y por algún lado debía empezar. Vamos, se dijo. La observó para darse coraje. Ella estaba sentada, leyendo un libro que no alcanzaba a reconocer. Seguramente sería algún libro para gente culta. Ella lo era.
El joven se levantó por tercera vez, todavía no muy seguro de qué iba a decirle cuando la tuviera delante. Con un rejunte de sentimientos, y con más titubeo que antes, empezó a mover fláccidamente sus pies. Se obligó a parecer más seguro de sí mismo. La frente en alto, la cara que tanto había practicado de “chico genial”, y dentro de su mente sonaban canciones que le agradaban, para tranquilizarlo.
Estaba a pocos pasos de la mujer de sus sueños, cuando sucedió algo que jamás sería capaz de olvidar, algo que lo torturaría diariamente durante el resto de su existencia, el disparador para una vida de terapia, antidepresivos, y horror: se tropezó.

Mental . !



Soy el némesis del némesis de aquel némesis, primo del otro némesis.
Ya no tiene sentido la palabra némesis, ¿no?

Nunca supe bien qué ocurrió aquella vez. Sólo sé (o pretendo quizás nunca no sé saber recordar apagar Bettie Page) que yo estaba en mi puesto habitual durante los atardeceres bonaerenses. Se me había hecho una costumbre irrevocable pasar al menos una horita después de mi salida laboral sentado en alguna puerta de alguna avenida transitada. Con una libreta pequeña que decía “Protesta de rumores”, y una lapicera azul, tomaba nota de cosas interesantes, tanto conversaciones parciales como cualquier cosa que se me cruzara y considerara digna de aparecer en mi librea. Claro que todo (absolutamente) iba a mi libreta, al menos para mi todo es interesante, así que estaba siempre escribiendo, superponiendo y entremezclando las cosas que mis sentidos captaban, siempre aflorando a mi buen uso de memoria de corto plazo.
Lo ideal hubiera sido crear una serie de libros (111xx111xx11111111x) sin mucho sentidO!sdzxcasd9wqe, pero que entretuvieran. Al tener tantos colores, conversaciones, objetos, personas, no-personas, aires, músicas, sería una lectura rápida y olvidable, pero buena mientras durara.
El día anterior a mi problemática filosófica (la cuál será tratada dentro de unas líneas, o párrafos, o nunca) lo había pasado con mis padres. Yo me había independizado, o al menos eso quería aparentar. La realidad era que apenas podía cocinarme arroz, pero necesitaba (y mis papás también) esa separación. Con mis padres charlamos sobre cosas intrascendentes, les conté de mi nuevo hobbie de pasar las tardes registrando la humanidad y sus invenciones y ocurrencias, y ellos me comentaron que finalmente se habían decidido a comprar el Kamasutra Versión Ancianos. Charlamos, bebimos vino, comimos carne ensangrentada de la vaca que más había sufrido en el matadero, y vimos una película. Ni siquiera recuerdo bien el nombre… Creo que era algo como “El señor de las sortijas”, o alguna paparruchada así.
En un momento dado, mis padres me advirtieron de la existencia de una callejuela sobre la cuál siempre ocurrían cosas raras. Qué clase de cosas raras, no me lo aclararon. Pero como me independice y me importa todo tres carazos porque soy re-adulto, me fui para allá aquél día nefasto del comienzo de mi problemática filosófica. Con mi libreta y mi lapicera me senté en uno de los tantos portones derruidos, y me propuse observar y tomar nota.
No pasaron demasiados minutos hasta que una hermosa mujer salió de una casa. Llevaba un vestido rojo demasiado elegante para ésta ciudad y esas circunstancias. Tomé nota y observé que ella también me miraba. Se me acerco despacio, desesperantemente lentamente, y cuando la tuve a pocos centímetros, me guiño un ojo. Fue en ése momento que vi cómo mi libreta comenzaba a levitar. “¿A dónde mierda me mandaron mis papás?”, pensé. Luego fue un brillo verdoso. Y finalmente, esto que soy ahora. No hubo dolor, ni molestias. Al contrario, la transición fue más bien excitante y divertida. En resumidas cuentas: Lo que la mujer de cabellos castaños hizo fue transformarme. No sé si es la palabra, pero tampoco me importa demasiado. Cada cosa que había anotado en mi libreta, en eso me convertí. Cada una de mis partículas están repartidas en eso que anoté. Todo. Soy desde un tacho de basura, hasta el culo enorme de una señora que hace las compras. Es bastante divertido. Lo único que lamento es no tener una lapicera ni una libretita en la cuál anotar lo que observo. Bueno…eso, y el hecho de que no puedo moverme.

Imaginate




El joven imaginador apuntaba con su dedo índice, a modo de arma de fuego. Él sabía que si creía que los lastimaba, los lastimaría. Sus ojos entrecerrados, su cuerpo tenso y listo para cualquier movimiento necesario eran un indicio de su ardua preparación.
Los pequeños soldados de color verdoso empezaron a movilizarse. Con cautela, asustados (debían estarlo).
El niño podía leer en los rostros de sus enemigos, sus historias. Sus familias, sus casas, sus mascotas, sus alegrías y tristezas, su ruido y su silencio, su luz y su oscuridad. Pero no le importaba. Estaba listo, y no iba a echarse para atrás.
Los soldados estaban a pocos metros del joven. Ya estaban casi a la mitad de la alfombra rojiza que hacía el papel de un campo de batalla. Ya se miraban a los ojos, azules, verdes, marrones, y blancos. Nadie podría escapar. Silencio, sudor, y terror.
Una luz blanca se prendió en el techo, provocando la desaparición instantánea de los enemigos, y una molestia en los globos oculares del niño. Una cerradura que se abre, un hombre de blanco aparece, y le hace ingerir un color al pequeño. Lo acuesta en la cama, y ajusta las correas. Una cerradura que se cierra, y el olor a farmacia del hombre de blanco.
El jóven imaginador recorre las paredes acolchonadas con los ojos. Ésos malditos soldados seguro lo atormentarían mañana también.

Frase fase 1

"En realidad, prefiero la ciencia a la religión. Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire." (Woody Allen)

el número 5 no quiere ser OCHO


-Oink, oink-
-Muuuuuuuuuuuu-
-Cuak, cuak-
-Croac, croac-

( mi mascota hace: )
-MALAKAI!-

Difícil ser artista

Ella siempre había sido sensible a los espectáculos y a las grandes producciones. La fascinaba su padre, un gran escritor. Lástima que vivía en un internado “para gente con necesidades particulares”. Seguía produciendo, claro. No con la misma calidad, sus escritos eran retorcidos escupitajos ácidos. Como el ávido lector supone (si no lo suponía, entonces ahora lo sabrá), nuestra protagonista siguió los pasos de su figura paterna, con gran éxito, debo decir.
En un ambiente estimulante y envacelinado, es fácil sobresalir en diversas actividades, haciendo sólo un poco de esfuerzo. La vida tranquila y despreocupada que la escritora había llevado toda la vida era envidiable. Quizás porque nunca modificaría el estilo de ver pasar los días.
Imaginativa y creativa como era, no le costó demasiado crearse cierta fama cada vez más creciente. Al tener la capacidad de lograr sus cometidos maravillosamente, había publicado dos novelas. Su público predilecto esperaba carcomiéndose las uñas la aparición de otro escrito, aunque fuera un cuento de tres páginas. Esperaban cualquier cosa que tuviera que ver con ella, seamos francos. La respuesta a sus ruegos no se haría esperar.
Ella vivía sola, se había mudado recientemente y se arrepentía cada día. Demasiado espacio, mucha luz, poca oscuridad, poca luz, mucha oscuridad. Como único vecino amigable tenía un perro que aparecía de a ratos. La casa que había comprado estaba construida en una zona apartada de todo, en el medio del campo verde. Un ambiente que se volvía enloquecedoramente tranquilo.
Un buen día, puso el punto final y parió humeante otra novela. Pensó en sus fans, en su padre. Tanto "pedir y esperar" había dado su fruto. El manuscrito estaba en su mesita de madera cuajada, cerca de la silla, sobre la cuál nuestra escritora estaba parada. En el techo, con una fibra, escribió “¡Lo mejor viene al final!”. Sopló la única vela que le proporcionaba luz. En la oscuridad, sintió en su cuello su verdugo de soga, y pateó la silla.

6


Tutut ..
Tutut ..
Tutut ..
-¿Hola?-
-...-
-¿Quién habla?-
-¡Ayuda!-
-...-
Tutut ..
Tutut ..
Tutut ..

Aquellas voces ( pt. 2 )




-Hola-
-No, mejor no-
-Mejor no, ¿qué?-
-Que mejor no digamos más hola-
-Me gustaría una explicación-
-A mi me gustarían tantas cosas...-
-Pero yo creo que lo que yo pido es más factible, y fácil de conseguir o hacer-
-Quizás tengas razón-
-La tengo-
-Entonces accederé a responder tu interrogante-
-De acuerdo-
-¿Cuál era tu interrogante?-
-Por qué dijiste que no digamos más hola-
-Ah, cierto-
-...-
-Porque sí-
-No es una respuesta-
-¡Claro que sí! Tiene palabras, hasta tiene un acento. ¿Por qué no?-
-No. Quiero que me fundamentes tu negativa al "hola"-
-No tiene una explicación-
-...-
-Es como si... ¿Viste "Pánico y Locura En Las Vegas"?-
-Si y no-
-¿Cómo es eso?-
-Tenía un ojo cerrado-
-Ah-
-...-
-Ahora no quiero saber-
-Igual no te iba a decir-
-Lo imaginé-

Esas voces ( pt. 1 )



-No estoy enfermo-
-Eso creen los que están enfermos-
-Lástima por ellos-
-¿Por quiénes?-
-Por los que dicen que los que niegan estar enfermos lo están-
-Ya te enredaste-
-No lo hice. Vos lo hiciste-
-Es de enfermo echarle la culpa a otro-
-No seas idiota-
-Dame un cigarrillo-
-¿Fuego?-
-No, tengo. Gracias igual-
-No hay de qué. Nunca damos suficientes gracias, ¿te diste cuenta?-
-¿A qué creés que se deba?-
-¿La falta de gracias?-
-Sí-
-No me interesa-
-¡Gran falta de interés!-
-Seguro. Me preocupan temas más importantes-
-Ah, ¿sí? Eso es nuevo. ¿Cómo cuáles?-
-Contaminación, por ejemplo-
-Contaminación... ¿de qué?-
-Del planeta-
-El planeta no existe. No existimos nosotros. Somos marionetas-
-¿De quién?-
-De alguien más-
-Interesante punto de vista-
-Quizás lo sea-

Un poco de esto...

El idiota asiente
El genio niega
Los (aquellos) neutros no despegan sus labios.
Y si hablan o mueven los ojos.
Humo negro (violáceo)y sofocante.
Sofoca pensamientos.
Crece en sueños.
De amor. De odio.

Tartamudea el sabio
El idiota se rie .
Pero todos caen .

DeliriOnirico


Cierta vez, soñé. Soñé que soñaba un sueño tan irreal que quizás terminó siendo real.
Era tan raro aquel sueño...(suspiro) Mis dedos, lo que tocaban lo convertían en fuego que ardía y finalmente en cenizas que volaban. Volaban rozando las caras de las personas. Ellas guardarían por siempre ese rose tan hermoso e irrepetible.
Y yo pensaba, ¿pensarán las cenizas? ¿sentirán? Ojalá sí.
Aunque si a eso vamos, entonces ¿sentirán las piedras? Yo digo que sí.
¿Sentirá el viento también, tan omnipresente y poderoso? ¡Si!
¿Y los árboles, frondosos y amables en brindarnos oxigeno? ¡Claro!
Ahora no tengo dudas de que todo puede sentir. Aunque...
El ser humano ¿siente? Compasión, amor, ternura. No. Sólo tenemos vagos recuerdos de lo que eso era. No nos damos cuenta, pero el tiempo pasa con más velocidad, como castigo, porque olvidamos cómo pensar en los demás.
Entonces desperté, con un extraño sabor amargo en la boca. Ahora ya es costumbre, lo siento desde hace mucho tiempo. Pero no me afecta, no. Yo, por mi parte, salgo a vivir. Y a aprender. Es la mejor manera de sobrellevar la pesada carga de ser como somos. Viviendo. Amando. Cuidando. Y aprendiendo.

Aquella tarde~



Mientras mis padres se iban a trabajar, yo pensaba profundamente en qué hacer en esa mañana, dado que no iba a ir al colegio. Al escuchar cómo se cerraba la puerta de calle, me levanté medio dormido, e inicié mi camino hacia el baño, a lavarme la cara. Un poco más despabilado, prendí la televisión. Nada nuevo, y (quizás) nada original. Los noticieros transmitían noticias desgarradoras que, desgraciadamente, ya eran costumbre. Los dibujos animados actuales no sirven. Los de antes eran graciosos, entretenidos, y eran una crítica constante bajo línea para los gobiernos y los dirigentes estadounidenses. Ahora se tratan siempre de situaciones idiotas, de personajes idiotas, que adoran la ideología fascistoide yankee. Los deportes no me gustan, así que los salteo rápidamente. Apago la televisión, y me voy al pasillo de mi casa. Monótono, monocromo, pero cálido. Moviendo los ojos sin sentido, para cualquier lado, encuentro las rejas que protegen las ventanas de la vecina. Son tan grandes, y tan fuertes. ¡Y están tan alejadas del suelo! Una suerte de peligro. Quizás por que la idea de subirme ahí y balancearme, poniendo a prueba mi fuerza y determinación sea tan estúpida, peligrosa e infantil, que me llama la atención. Como sea, salto la delgada pared que nos separa, y me arrodillo en un pequeño techito, de color rojo apagado, y derruido, el cuál estaba a unos dos metros de la reja de la ventana: mi objetivo más inmediato. Ése techito había sido testigo, días antes, de una guerra entre jóvenes intrépidos. Las únicas armas: huevos. Estaba todo (incluyéndome) asquerosamente pegajoso, y sucio. Escucho a algunos chicos jugando con agua, y aparentemente uno de ellos me ve ahí, subido al techito, agazapado y con cara de desquiciado, y el pequeño engendro no tiene mejor idea que avisarle a sus amigos, y empezar a tirarme, a modo de catapulta, muchos globos llenos de agua, los cuáles explotan al chocar contra la pared, y mojan mi persona y el terreno en el cual me encontraba.
Intrépidamente intento el salto, en realidad sin mucha esperanza, ya que microsegundos antes de impulsarme para el salto felino, mi pie izquierdo había resbalado, y me había quitado mucha velocidad. Quedé suspendido en el aire, con la mente en blanco, hasta que reaccioné a extender mi mano, y agarrar la reja. Quedé colgado de una mano, y pronto quedé con las dos. Me apoyé en una especie de escalón debajo de la ventana, y me quedé ahí, sosteniéndome. Empecé a pensar en cosas que nunca antes había pensado. O que no recordaba. No recuerdo ahora.
Pensé en que quería tener dos hijos. O mejor tres. Pensé que quería ser pianista. Vivir la vida de una manera bohemia y tranquila, dándole a mis hijos y a mi pareja lo que quisieran. También pensé en cómo tenían sexo las víboras. Llegué a la fantasiosa conclusión en la cual la cabeza del animal se transformaba en su miembro reproductor, y que en el caso de las hembras, se abrían como una concha (¡Qué ironía! Pero me refiero a las conchas marinas), y entonces el macho-cabeza-de-miembro-reproductor-masculino se introducía dentro, y veía cosas de color azul oscuro, amarillo limón, y violeta medio. Y entre medio de todas esas líneas anexas de colores independientes, llegué a una conclusión:
Ya sea una voluptuosa adolescente, un perro de sexo masculino siendo sodomizado por otro perro del mismo sexo, tu dios, el dios de aquel, las tortas de cumpleaños, la cpu, las películas clase Z, Hollywood, la música country, Arnold Schwarzenegger, tu madre, el suicidio, los juegos y pasatiempos, Britney, Perú, los fósiles, los juguetes (o chiches), los souvenires, Francia, las fiestas de cumpleaños, la cerveza, la marihuana, los zapatos, el sexo, el terror, un grupo de adolescentes precoses con una incontenible intención de penetrar lo que sea: metal o carne, los bares, los instrumentos musicales, y la infinita variedad de objetos materiales existentes en el Universo, todo eso y, quién sabe, tal vez más, es inferior a mi. Soy un ser supremo. Soy, en realidad, TU ser supremo.
El tiempo transcurrido mientras pensaba estas cuestiones pasó rápido y en cantidad. Y al darme cuenta, mis manos se estaban resbalando. “Uh, qué mierda”, pensé, y luego caí. Me pareció caer lentamente, pero no sé. Una vez en el piso, no quise o no pude moverme. Como antes, no recuerdo. Lo que sí recuerdo, es como todo se me nublaba. Y tenía sueño. Producto de la pérdida de sangre, seguro. Pero yo no sentía sangre. O no la veía, en todo caso. En fin. El punto es que giré mi cabeza, y entonces sí ví ese líquido viscoso, pegajoso y rojo. Extrañamente, salía de mi cabeza. Mi pequeña, y perpetrada cabeza. Me debí haber pegado muy fuerte al caer. Supongo. Siempre esperé que mi muerte inminente fuera algo que la gente recordara. Que dijeran: “Pucha, se hizo pelota, pero nunca me voy a olvidar”. Aparentemente no será así. Sumergido nuevamente entre mis pensamientos cada vez más cambiantes, debido a la pérdida de memoria, llegué a una nueva, aunque bastante obvia conclusión: Voy a morir. Inevitablemente. Invariablemente. Bueno, qué se puede hacer. Al menos ya sé que no tengo que jugar con las rejas de las ventanas de los vecinos.
Huh, se abre la puerta de la calle. Mis padres estarán próximos a entrar en casa, y también a ponerse increíblemente histéricos, deprimidos, y finalmente con ánimos suicidas, espero. Bueno, ¿qué puedo hacer yo ahora? Nada.
Basta de pensamientos sin pies ni cabeza. Me rendí, y me dejé morir. Sí. Lo último que recuerdo, si es que de verdad pasó, (tal vez estaba alucinando), fue el grito agudamente penetrante de mi madre. Un último escalofrío antes de morir: Mi madre gritando agonizantemente, para desgarrar mis tímpanos sangrantes.

...Y un poco de allá.


Y de entre todo el ruido ........
...Protesta de rumores
¡Los gritos callados preguntan!
Los otros ( .algunos. ) buscan una respuesta
...............................certera..
Al
Por qué
......................te arrancaste







La uña del pie .



( ¿ Por qué ? )
( Del pie.. )

domingo, 19 de septiembre de 2010